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La idea de lagranja nace en una isla del Pacífico en el verano de 2001. Un año más tarde, en Barcelona, Gerard Sanmartí y Gabriele Schiavon empiezan a desarrollar ideas, proponer visiones y soluciones apoyándose en una capacidad creativa que se mueve con agilidad entre diseño, arquitectura y montajes efímeros. En lagranja la teoría sigue la práctica, escuchando tanto el instinto como la razón. El único estilo es la actitud, la energía que emanan los proyectos: optimistas, llenos de vitalidad y atención hacia las personas.